Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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Legislatura: 1888-1889 (Cortes de 1886 a 1890)
Sesión: 5 de diciembre de 1888
Cámara: Congreso de los diputados
Discurso / Réplica: Réplica al Sr. Cassola
Número y páginas del Diario de Sesiones: 5, 66-67
Tema: Puntos que han de comprender los nuevos proyectos anunciados sobre reformas militares

Voy a decir muy pocas palabras para tranquilizar a mi distinguido amigo el señor general Cassola y para decirle que no hay necesidad de que las explicaciones que he dado hoy sean las últimas, porque las últimas, como las primeras y las intermedias, todas son iguales. Lo que hay es que S.S. confunde las reformas militares con sus proyectos y le parece que no hay más reformas militares que las de sus proyectos, y en la forma y manera con que S.S. las presenta.

Yo he dicho que era partidario del proyecto de ley, que era del Gobierno desde el momento en que lo había aceptado a propuesta de S.S., y desde el momento que aceptaba las reformas las hizo bandera o programa del partido liberal, porque el partido liberal se propone reformar el ejército en cierto sentido, con arreglo a los adelantos y necesidades de los tiempos, como ha reformado y se propone reformar otras organizaciones del país.

Pero es más: no sólo he dicho que eran las reformas militares programa del partido liberal, sino que [66] he indicado a qué tendían las reformas: a la desaparición del dualismo, a la proporcionalidad en el ascenso al generalato, a la terminación de la carrera en un grado superior y a la unificación de las escalas del ejército de la Península y de Ultramar. Éstas son las reformas militares de que el partido liberal ha hecho programa. ¿De qué manera se van a realizar? Pues de la manera más sencilla y del modo más breve que haya, y ése es el que yo acepto. Una cosa es que un proyecto de ley sea proyecto del Gobierno, y otra cosa que los principios establecidos en un proyecto de ley sean programa de partido, y eso es lo que he dicho ahora y siempre.

Por lo demás, tiene razón S.S.; es más expedito el medio de gobernar por decretos que por leyes, y si en mi mano estuviera el elegir, para muchas cosas declaro que gobernaría por decreto, porque es más cómodo; pero como no es ese el sistema que nos rige; como hay muchas cosas que no se pueden hacer por decreto; como hay otras muchas que pueden hacerse, y sin embargo no deben hacerse por el bien de aquellos mismos intereses a los cuales se quiere beneficiar, resulta que los Gobiernos liberales principalmente no deben resolver esas cuestiones por decreto, aunque sea mucho más cómodo.

Yo le digo a S.S. que después de lo pasado, que después que S.S. sometió su plan a las Cortes y no le hice advertencia porque me pareció el asunto muy grave y quería y quiero dar al ejército la estabilidad necesaria; yo digo que aun pasando por las dilataciones del Parlamento, prefiero el Parlamento a legislar por decreto, porque tras de un Ministro de la Guerra viene otro que puede deshacer lo que hizo el anterior, y yo quería, como he dicho, dar cierta estabilidad a lo que afecta a lo más íntimo del ejército, que es su organización.

Pero una vez que eso se hizo por S.S., ya no era fácil volver a los decretos, a no ser que la opinión pública lo hubiera indicado de una manera bien terminante, y bien sabe S.S. que la opinión pública por unanimidad indicó lo contrario, porque no hubo ningún órgano en la prensa que no condenara como atentatorio a las prerrogativas del Parlamento el procedimiento de los decretos, y los Gobiernos parlamentarios y constitucionales no gobiernan sólo con la mayoría; tienen que atender mucho a la opinión pública, y no poco a los mismos partidos adversarios, porque desgraciados de ellos si quisieran marchar contra la pública opinión. Yo puedo asegurar a su señoría que no había ningún partido que aceptara en este asunto el procedimiento de los decretos después de haberlo presentado a las Cortes; y como aquí están todos representados, que se levanten a desmentirme.

Es claro, el Parlamento ofrece inconvenientes, pero no hay más remedio que someterse a ellos si queremos ser parlamentarios. Revolverse contra ellos es una rebeldía parlamentaria, a la cual yo no quiero contribuir. En ese sentido dije yo que hubiera sido una especie de golpe de Estado o de dictadura ir contra la opinión pública, y en ese sentido cree S.S. que estaba yo muy dispuesto a ir. Es verdad; yo estaba dispuesto a hacer por decreto aquello que no afectara a las prerrogativas del Parlamento y a la ley; pero examinando el caso detenidamente y viendo el juicio de la opinión pública, creímos que por una parte quebrantaríamos la ley constitutiva del ejército, que somete todo lo que se refiera a ascensos y recompensas a leyes hechas en Cortes, y después, que podíamos rozar un tanto las prerrogativas del Parlamento; y en este caso, yo que creía que debía hacer todo lo que pudiera por decreto, me separé de esa línea de conducta. Quiere decir, Sr. Cassola, que yo podré alguna vez, inconscientemente, ir hacia la dictadura, pero así que la veo asomar retrocedo. (Risas). Así quisiera yo que obraran todos los buenos españoles, y sobre todo los que se llaman liberales. [67]



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